Ir al contenido principal

EL CLAMOR DEL PUEBLO


Por: Jhonatan Bedolla Pérez. Estudiante de derecho y ciencias políticas.

Los días difíciles se agudizan, la calma no llega, el caos se vuelca a las calles de la siempre mansa, la siempre valiente y la siempre acogedora patria colombiana.

Las dos (2) últimas semanas han transcurrido bajo la lucha y templanza de quienes en medio de la mayor crisis sanitaria y de salud del siglo XXI salen a las calles a alzar la voz por un pueblo que a lo largo de los últimos veinte-veinticinco años, ha sido ultrajado y manoseado por intereses poderosos que sin lugar a dudas, tienen en la inmensa miseria a gran parte de un país que ya no resiste más los egoísmos y la soberbia de políticos con ínfulas de estadistas que han saqueado y desviado cantidades llamativas de recursos públicos.

El panorama actual en el país no parece nada sencillo; son demasiadas las razones por las cuales la gente sale a las calles sin importar la inclemencia y el costo que puede significar padecer la COVID-19, y más cuando el sistema de salud colombiano está casi al borde del colapso. El estallido social está quizás en su punto más álgido, ese clamor al unísono que hace el pueblo colombiano no puede ser tramitado como un momento más dentro del extenso tablero de deudas que tiene el estado colombiano con diferentes sectores sociales que históricamente han sido dejados a un lado, como si estos no hicieran parte de la llamada Colombia diversa e incluyente de la que habla el preámbulo de nuestra carta política del 1.991.

No solo se trataba de hacerse escuchar y hacer que el gobierno nacional retira el proyecto de ley, de una ambiciosa pero sobrecargada reforma tributaria para la clase media y baja de este país; quien o quienes piensan que solo era eso, no conocen a la Colombia profunda, a la Colombia lastimada; en verdad, no conocen nada de la Colombia desdichada por el poder y las pésimas decisiones gubernamentales.

Por ello el país está en las calles y para atender tal clamor, se requiere un verdadero diálogo nacional, pero un diálogo serio y transparente, donde se pueda blindar y trabajar conjuntamente por cada una de las peticiones que hacen quienes representan en todo el sentir a la ciudadanía que está protestando de manera pacífica. Ojalá los anuncios que hace el gobierno nacional no solo sean por salir del paso y para crear un ambiente de calma, porque podría generar aún más indignación en la población colombiana. En ese sentido, el primer gran paso que debe dar el ejecutivo nacional es condenar pública e irrestrictamente los hechos en los que hoy en día la fuerza pública presuntamente ha asesinado a manifestantes que de manera pacífica exigían un mejor estado colombiano. Es lamentable el uso desmedido y desproporcional que hace la fuerza pública de sus herramientas y armamento; no puede ser que los llamados a proteger por mandato constitucional y legal se alcen en armas para atacar, violar y asesinar a quienes tienen la obligación de salvaguardar y proteger íntegramente.

Lo más triste e inaudito es que la elite política de este país, junto al autoproclamado cuarto poder en Colombia –hablo de los medios de comunicación– tergiversen y escondan la indignación social que hay en el país. No puede ser que sigan actuando en complicidad vergonzante para guardar las buenas formas de un gobierno nacional abiertamente indolente y dejado.

Por suerte, la mayoría de las personas que salen a las calles hoy día, hacen parte de la llamada generación tecnológica, la misma que ha mostrado al mundo entero a través de redes sociales el caos que han venido implementando: fuerzas políticas, fuerza pública y medios de comunicación en Colombia para tapar la desazón y el olvido al que han sometido a un pueblo entero. Esta generación tecnológica y con amplio don del saber es la esperanza para que hoy día se mantenga el fervor intacto para construir un mejor país, un país en el que quepamos todos y podamos tener las mismas oportunidades.

La construcción social de ese mejor país debe y estamos en la obligación de hacerla desde la óptica de poner sobre la mesa las problemáticas estructurales que carcomen el tan deseado desarrollo de Colombia. Esta vez no pueden utilizarse pañitos de agua tibia para aliviar un mal que va a seguir acabando con la posibilidad de crecer como país. He allí la importancia para que departamentos como Bolívar, Chocó, La Guajira y Sucre, estén llamados a liderar esa mesa de diálogo nacional integral para que sus inmensas problemáticas puedan ser abordadas, porque son esos departamentos los que hacen parte de la Colombia olvidada, la Colombia desterrada. No podría llamarse a un gran diálogo si en esa conversación no están quienes históricamente han cargado a sus espaldas con la miseria y el abandono estatal.

Adenda.

¿Hasta dónde hemos llegado como sociedad para llamar vándalo a todo aquel que sale a las calles a ejercer su legítimo derecho a protestar de manera pacífica?

Comentarios

Actualizaciones

¿Vigilantes de parques o frentes de seguridad urbanos?

Sincelejo se vuelve nuevamente tendencia nacional, no precisamente por ser ejemplo en estrategias de desarrollo territorial y generación de oportunidades. Una de las razones de esta notoriedad negativa es la reciente decisión de la alcaldía de Sincelejo de contratar una empresa de vigilancia privada por un valor cercano a los 25 mil millones de pesos para "vigilancia y seguridad de los bienes y espacios a cargo de la alcaldía". Los videos e imágenes difundidos por la alcaldía y sus medios aliados muestran un grupo de exmilitares armados junto a motocicletas de alto cilindraje, lo que los hace parecer un grupo antimotines o agentes del GAULA con sus trajes y chalecos negros. Según el alcalde, esta medida busca mejorar la percepción de seguridad y funcionar como una red de apoyo para la Policía Nacional. Sin embargo, el hecho de que estén armados, se desplacen en motos por la ciudad y sean llamados “frentes de seguridad” por el propio alcalde, genera inquietudes sobre las verda