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VIOLENCIA DE GÉNERO EN TIEMPOS DE CUARENTENA, EL RECUENTO DE LA ÉPOCA MEDIEVAL


Por: Jhonatan Bedolla Pérez – Estudiante de derecho y ciencias políticas, columnista ocasional.

La violencia de genero ha sido durante mucho tiempo uno de los temas de mayor trascendencia dentro de la opinión pública y el colectivo social, es sin duda la muestra real del tipo de sociedad degradante, pedante y machista que hemos construido desde la institución más antigua y básica de la humanidad: la familia.

Las cifras de todo tipo de violencia de genero han ido en aumento alarmante y ante ello las políticas públicas del gobierno nacional y de los distintos gobiernos locales han quedado cortas y obsoletas frente a la realidad de este flagelo. El Observatorio Colombiano de las Mujeres, muestra un aumento de más del 200% de llamadas a la línea de atención de casos de violencia machista, esto durante el tiempo en el que se ha decretado confinamiento en todo el territorio nacional (http://www.observatoriomujeres.gov.co/es), un despropósito para una sociedad que a duras penas está tratando de mitigar el impacto de una pandemia y que evidentemente no tiene una perspectiva de género clara y determinante, para garantizar la protección de este grupo vulnerable, ante la arremetida de cobardes con tinte de dominio familiar en un lugar que se supone debe ser el más seguro: el hogar.

Valiente papel el de las mujeres luchadoras y constantes que, a diario, no solo conviven con las problemáticas de tipo social y económico que padecen como miembros de una sociedad desigual, sino que también cargan con el resentimiento y la ira injustificada de hombres vacíos y con complejos pusilánimes que tienden a demostrar su hombría con la violencia física y sicológica hacia la mujer, nada más degradante y patético que eso. Lo más grave es que la sociedad en general convalida tal comportamiento, mostrando indiferencia ante el incremento de estadísticas frente a casos que se presentan en la opinión pública como: feminicidios, violencia intrafamiliar, lesiones personales; en todas estas, las mujeres, las afectadas. Una verdadera vergüenza.

Aun cuando desde el gobierno nacional en cabeza de la vicepresidenta de la república, Dra. Martha Lucia Ramírez se ha trazado una línea de protección, apoyo y atención preventiva desde el mes de abril, ante el incremento de estos casos, estas acciones no han calado en la disminución de la afectación que ha padecido parte del género femenino a causa de la violencia de género, vista hoy día como un patrón habitual en muchos hogares colombianos.

Las organizaciones defensoras de los derechos de la mujer – como activo de una sociedad verdadera – han mostrado preocupación porque dicho patrón – agresiones – de comportamiento casi que se ha naturalizado, es decir que los comportamientos dañinos y algunos que rayan en la línea del delito, no se les da la importancia que se requiere y luego pasan a ser parte de la mortal cifra de feminicidios u otro tipo de agresión.

Garrafal error cometen quienes creen que ampliando los marcos normativos y aumentando el quantum de las penas para los delitos que tienen relación directa con el tema de la violencia de género, solucionan esta gravísima problemática; prueba de eso es la ley que han denominado ley Rosa Elvira Cely, que permitió que el feminicidio fuera tratado como delito autónomo y no como agravante del homicidio – la pena se aumenta en tantas partes si el delito de homicidio se comete sobre una mujer –. Y lo anterior es la muestra porque a pesar de que se endurecieron las penas para este delito, las cifras de feminicidios a lo largo y ancho del país son un verdadero escándalo, y es muy triste oír o leer que en un juicio oral el agresor alegue motivos pasionales o de odio para soportar tal agresión u homicidio, y las estadísticas sigan aumentando. La tarea es sencilla: no esperar a que se den los casos para castigarlos; la idea es no permitir que el comportamiento se cocine y se genere un daño de tipo emocional y/o físico en la mujer, (política de prevención de violencia de género) algo que parece tener un amplio desarrollo teórico pero poca aplicación práctica en Colombia, las estadísticas lo prueban.

Diversos estudios de organizaciones defensoras de la mujer alrededor del mundo, han planteado el concepto de la resiliencia para acompañar el proceso de restauración y/o restablecimiento en derecho y psicología, al que se debe someter una persona que ha sufrido violencia de género, esto implica que se deban fortalecer las capacidades personales y dado el caso, profesionales de las mujeres que constituyen los diversos grupos femeninos que han sido objeto este flagelo o que estuvieron a punto de ser potenciales casos de violencia de género, pues las afectaciones que pueden llegar a desarrollar estarían cerca al plano de trastornos psicológicos, temores constantes y baja autoestima, que podrían marcar una vida que ha sido trastocada o estuvo a punto de trastocarse pero que merece la atención, el cuidado, pero sobre todo que se le arrope desde el seno del conglomerado social en la lucha que han liderado con tanta valentía en defensa de su esencia cómo mujer.

Misión nada sencilla la que tenemos como sociedad en general, para que nos sensibilicemos con respecto a esta problemática y saquemos de nosotros la idea subdesarrollada de que esa lucha, hoy denominada violencia de género, está únicamente en cabeza de mujeres y/o grupos defensores de mujeres.

¡Ni una más! Una bandera que debemos llevar hoy, mañana y siempre.

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